Fusión Cervical Anterior

La Fusión cervical anterior es un procedimiento quirúrgico para tratar discos dañados o desgastados en el cuello.

Consiste en quitar el disco dañado, aliviando la presión sobre los nervios pinzados, y llenando el espacio vacío del disco con hueso o con un disco artificial.

Procedimiento:

Se realiza una incisión en la parte frontal del cuello para acceder a la porción de la columna que se encuentra afectada.

Se extrae el disco dañado y se coloca un disco artificial. Este disco puede ser atornillado a las vértebras y es capaz de mantener la misma movilidad y amortiguación que el disco reemplazado.

En la mayoría de los casos, una placa de metal de titanio se atornilla fuertemente a las vértebras por arriba y por debajo del espacio del disco.

¿Por qué lo necesito?

El motivo principal de la fusión cervical anterior es a aliviar el dolor intenso causado por uno o más nervios vertebrales pinzados. En la mayoría de los casos, se realiza para tratar hernia de disco cervical; sin embargo, también se puede realizar para tratar la enfermedad degenerativa del disco cervical, eliminar los espolones óseos causados ​​por la artritis y aliviar los síntomas asociados con la estenosis espinal cervical.

¿Qué esperar de la cirugía?

La fusión cervical anterior es un procedimiento altamente efectivo. Por lo general, tiene una duración de 1 a 2 horas, pero puede durar hasta 3 o más horas. El tiempo depende de cuántos discos se van a eliminar, el deterioro de los discos o vértebras y otros factores.

Por lo general, se requiere una estadía en el hospital de dos a tres días después de la fusión cervical anterior. Posteriormente, dependiendo de la ubicación y el alcance de la cirugía, es posible que experimente algo de dolor e incomodidad, pero generalmente se puede controlar bien con medicamentos.

Riesgos

Como toda intervención quirúrgica, existen riesgos asociados a la Fusión cervical anterior, los cuales varían según su edad, su estado general de salud, diagnóstico y tipo de procedimiento utilizado. Algunos de ellos son:

  • Dolor en el sitio de un injerto óseo.

  • Falla de la fusión, rotura de implantes metálicos.

  • Coágulos de sangre en venas profundas.

  • Lesión nerviosa o de la médula espinal.

  • Rechazo del injerto.

  • Infección.

  • Sangrado excesivo.